viernes, 19 de septiembre de 2025

Entrevista capotiana a Javier Alandes

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Javier Alandes.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Un multicine. Que pudiera entrar en todas las salas, que fueran proyectando todas las novedades, que pudieran venir familiares y amigos a verme, y que pudiera ver infinitas películas en lo que me resta de vida.

¿Prefiere los animales a la gente? No, prefiero la gente. Aceptando que todos podemos cometer errores, pero solo admitiendo a la gente de corazón bondadoso. Me resulta increíble, es algo que no comprendo…pero no todo el mundo lleva la bondad por bandera. Y no saben lo que se pierden, porque la bondad es una cualidad muy atractiva. Pero adoro a los perros.

¿Es usted cruel? No me considero así; pero reconozco que lo he sido, o lo soy, en ocasiones. Hay determinados comportamientos que no comprendo que puedan suceder y que me sacan de mis casillas. Y si ese momento llega, puedo reprender verbalmente a alguien de manera muy cruel.

¿Tiene muchos amigos? No. Tengo muchos conocidos, que no es lo mismo. Tengo muchas personas que están en mi día a día de una u otra forma, a las que aprecio muchísimo, pero que no considero amigos. Creo que puedo contar con los dedos de las dos manos a las personas que considero amigos de verdad. Personas a quienes confesar algún error sin temor a ser juzgado, personas a las que puedo llamar a las 3 de la madrugada porque algo me preocupa, personas a las que pediría dinero si llegara el caso. Y viceversa.

¿Qué cualidad busca en sus amigos? Perspectiva, búsqueda de soluciones constructivas a los problemas, calma y temple. Que viene a ser todo lo mismo. Y silencio cuando es el momento de ello.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Si son mis amigos, no. Si son conocidos, a menudo. Pero esas personas con las que me puedo decepcionar, supongo que tienen sus motivos para hacer lo que hacen. Al igual que yo puedo resultar decepcionante para muchos conocidos.

¿Es usted una persona sincera? Lo soy. Pero, a la vez, soy extremadamente diplomático y asertivo. Y esto, que parece muy bonito, hace que mis mensajes no lleguen, a veces, con la claridad que desearía. De ese modo, hay veces que envío a alguien a freír espárragos, y lo digo de una manera tan delicada y educada que la otra persona ni se entera.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Libros y cine. Como decía Galeano, estamos hechos de historias. Y si es cine compartido con mis hijos, mucho mejor.

¿Qué le da más miedo? Soy padre, así que mis miedos están centrados en mis hijos. Pero si pienso en un miedo personal, diría que es la posibilidad de sufrimiento antes de la muerte.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Sí, me escandaliza que, en pleno siglo XXI, siga imperando la ignorancia y la estulticia en la conducta de muchas personas. Reflejada en la violencia, en la ignorancia o en el fanatismo (político o religioso) que podemos ver todos los días en las noticias. Estamos rodeados de estúpidos.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? A ver, yo soy economista. Y en el concepto general de ser economista puedo ser uno de los más incompetentes de España. Por ello he derivado mi carrera a apoyar a personas emprendedoras para intentar ayudarles a aterrizar su idea y convertirla en un modelo de negocio. Y, aunque no lo parezca, es algo sumamente creativo. No sabría vivir sin creatividad. Por supuesto, si fuera necesario por temas económicos, trabajaría en un banco, por ejemplo. Pero a las tres semanas entraría en una depresión.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Tengo 50 años y voy regularmente al gimnasio para hacer un poco de cinta y ejercicios de fuerza con máquinas y pesas. Lo hago por calmar mi conciencia.

¿Sabe cocinar? Sí…como un niño de 8 años. Sé hacer pasta con tomate, y hacer pescado a la plancha. Soy un cocinero horrible y, además, no me gusta nada cocinar.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? A Francisco de Goya y Lucientes. Cuando me documenté para escribir LA ÚLTIMA MIRADA DE GOYA, me di cuenta de que sabía algo sobre la obra del pintor, pero muy poco sobre su vida. Y cuando estudié su vida, comprendí mucho mejor su obra. Un genio absoluto, el padre de la modernidad que sigue inspirando a creadores a lo largo de todo el planeta.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? A mí me encanta la palabra “suerte”. Pero no como un concepto de azar, sino como una comunión entre preparación y oportunidad.

¿Y la más peligrosa? Ideología. Aunque “Religión” se le acerca bastante.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Nunca he querido matar a nadie personalmente. Pero sí he sentido muchas veces que el mundo sería mejor si una determinada persona dejara de vivir.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Mi tendencia política es no escuchar gilipolleces por parte de personas que ocupan cargos públicos. Y las escucho de todos. Mi deseo es que siga habiendo una buena sanidad y educación públicas, que sea seguro andar por nuestras calles, que existan profesionales públicos preparados para cualquier emergencia…y que todo eso sea gestionado por los políticos. Y cuando todos esos políticos, sin excepción, gastan más energía en el descrédito al otro, en el “y tú más”, es decepcionante. Mi teoría es que el político profesional, el político de carrera, es un mediocre. Si realmente tuviera capacidad para gestionar equipos de miles de personas y presupuestos de cientos de millones de euros, estaría trabajando en una multinacional con un sueldo de siete cifras.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Propietario de un pequeño restaurante (sin cocinar, claro). Crear un lugar donde la gente que viniera fuera feliz, se sintiera cuidada y atendida, viviera en él momentos especiales…

¿Cuáles son sus vicios principales? No voy a decir los típicos. Así que… la procrastinación, por ejemplo. Soy un gran procrastinador. Las películas blockbuster. Se da por hecho que quienes escribimos somos intelectuales que solo vemos cine coreano o europeo cercano a lo experimental. A mí dame palomitas y a John Wick y soy feliz. Añadiría como vicio los debates enconados sobre cine (películas y directores), sin que necesariamente se llegue a un acuerdo.

¿Y sus virtudes? No tengo muchas, pero todas se resumen en una sola: he aprendido a elegir las batallas en las que lucho. Mis energías no son infinitas, así que he de decidir muy bien dónde las empleo. Y eso me lleva a otras virtudes que creo que tengo: el silencio, la calma, la reflexión…

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? El esquema clásico es ver pasar la vida ante tus ojos: los hijos, los padres, etc. Pero creo que las imágenes que pasarían por mi cabeza serían las de todas las cosas que no intenté hacer por culpa del miedo. Y me maldeciría por ello, porque sigo pensando que todavía estoy a tiempo de hacerlas.

T. M.

jueves, 18 de septiembre de 2025

La fiesta de las mil y una noches que abrió el Canal de Suez

Hace unos años se publicaba entre nosotros el libro «Egipto, sueño de dioses», en que se juntaban dos textos de dos autores muy diferentes pero con un nexo común. Uno de ellos era el francés Gérard de Nerval, quien, en los años cuarenta del siglo XIX, entre diversos internamientos psiquiátricos, había emprendido un trayecto a Oriente que le había llevado a publicar unas crónicas que cobrarían forma de libro, “Viaje a Oriente” (1851), resultado de sus pasos por Alejandría, El Cairo (donde vivió seis meses en 1843), Beirut, Constantinopla, Malta y Nápoles. En aquellas páginas, Nerval quedaba fascinado por el velo de las mujeres –“Dejadme ver vuestro rostro a cambio de esta seda con flores de oro, y habré sido pagado con creces”, decía en una ocasión”– y por la importancia del matrimonio.

Esto daba unidad argumental al libro, pues la presencia del papel de la mujer en esa sociedad musulmana que la aparta de todo, también era motivo de reflexión para la otra autora, la inglesa Amelia Edwards, que en 1873 recorrió Egipto y participó en excavaciones, hasta el punto de descubrir un nuevo templo que acabó llevando su nombre. Publicó “Mil millas Nilo arriba” en 1877, en que se respira el ambiente de las callejuelas populosas, más de cincuenta barrios habitados por coptos, turcos, judíos y franceses. En que las mujeres son vendidas en un “mercado de esclavas” o son usadas como bailarinas o en harenes, en que se vive con apenas nada. Pero, por supuesto, también aparecía el gran Cairo de las pirámides –almorzaba Nerval, como todos los turistas, junto a la de Keops–, los bazares o la peregrinación a La Meca. Puro exotismo con ya ciento cincuenta años de antigüedad que aún está vigente a nuestros ojos.

De tal cosa da cuenta la actualidad editorial de continuo, en especial en relación con los tiempos decimonónicos. Por ejemplo, Fernando Peña dedicó un estudio a «Flaubert y el viaje a Oriente. La fuente de todos los sueños», donde se pudo seguir cómo, entre octubre de 1849 y junio de 1851, el narrador galo realizó un gran viaje que le llevó a Egipto, incluyendo una travesía por el Nilo, Tierra Santa, Constantinopla, Grecia e Italia. Ahí teníamos a un Flaubert rozando la treintena que cumplía el sueño de la infancia de pisar las tierras de las pirámides y los desiertos.

Desde Reus y León

También es reciente un libro que cuenta cómo fue el descubrimiento de la famosa piedra de Rosetta y la lucha de dos países rivales para conservarla y descifrar su inscripción por medio de Thomas Young y Jean-François Champollion, “La escritura de los dioses. Descifrando la piedra de Rosetta”. En él, Edward Dolnick muestra los entresijos que condujeron al hallazgo en el Delta del Nilo de esa losa de granito que, para los investigadores, era la puerta para desentrañar una lengua perdida. Inicialmente, la famosa piedra fue descubierta en 1799 por soldados franceses durante la campaña militar de Napoleón en Egipto, cerca del pueblo de Rosetta (actual Rashid), en el delta del Nilo. Una fecha esa limítrofe por lo que respecta al interés por Egipto, que se va a multiplicar, en efecto, a lo largo del siglo XIX, como ahora se puede constatar con más novedades que nos llevan a esa zona del mundo perpetuamente misteriosa.

Uno de ellos es «A través de Egipto» (Ediciones del Viento), de Eduardo Toda y Güell, natural de Reus, en 1855, filólogo, historiador de arte y licenciado en derecho. Un hombre de este cuya vida no tiene desperdicio, pues en 1873 viajó a Asia, donde ocupó diversos cargos: en China, como vicecónsul en la colonia portuguesa de Macao, y más tarde estuvo destinado en Hong Kong, Cantón y Shanghái, hasta que a su vuelta a España fue nombrado cónsul en El Cairo en 1884. Allí vivió dos años y se aficionó a la egiptología, hasta el punto de que se le considera el primer egiptólogo español. Políglota y curioso, en este libro cuenta sus diferentes visitas tanto a yacimientos arqueológicos como templos y monumentos; incluso Toda y Güell llegó a colaborar en el descubrimiento de la tumba de Sennedjem, en la necrópolis de Deir-el-Medina.

Los nombres de los lugares que visitó este diplomático nos evocan esa aura exótica que desprende la región: Abydos, Déndera, Tebas, Asuán, Philoe, Gizeh. Pero, como todo buen libro de viajes, también es un texto de tinte histórico y documental; no en vano, en «A través de Egipto» se asoman las campañas militares británicas o la apertura del Canal de Suez. Y justamente a esto mismo se dedicó otro autor desconocido para nosotros actualmente, el leonés Lázaro Bardón (1817-1897). Pues bien, aquí tenemos su «Viaje a Egipto con motivo de la apertura del canal de Suez y excursión al mediodía de Italia», resultado de una invitación, en 1869, por parte de Salustiano de Olózaga, embajador en París, para que acudiera a las fiestas inaugurales del famoso canal como parte de la comisión oficial que había de representar a España.

Un viaje aterrador

El libro lleva un estudio preliminar de María José Barrios Castro, que cuenta cómo encontró su trabajo alrededor de la figura de Bardón, en especia su obra «Lectiones Graecae», la llevó a este diario del Canal de Suez. Es tal esa imaginería colectiva que tenemos de Egipto, ese grado de exotismo y aventura, como decíamos líneas atrás, que esta estudiosa no fue una excepción a semejante atractivo: «El tiempo dedicado a esta labor me ha devuelto a mis años de infancia, en los que sentí esa atracción, ahora lo sé, llena de tópicos orientalistas, hacia el “exótico” mundo egipcio, y a mis años universitarios, cuando decidí estudiar el egipcio medio jeroglífico». Barrios Castro, así, aporta una semblanza del autor, explica lo que acabó siendo el hito histórico de la inauguración del canal de Suez con su repercusión en la egiptomanía y, finalmente, y el propio viaje de Bardón.

Este erudito, también formado en teología y que fue socio titular fundador de la Sociedad Antropológica Española, primero viajó para ocuparse de la embajada de España en París; luego, se trasladó a Marsella, desde donde zarpó rumbo a Egipto. De hecho, como dice la editora, ya se respiraba desde mucho atrás la «egiptomanía», que tuvo un punto de inflexión cuando el conde de Volney publicó en 1787 su «Voyage en Égypte et en Syria», y que tuvo su clímax cuando Howard Carter descubrió la tumba de Tutankamón en 1922. En fin, el texto de Bardón son unas ciento cincuenta páginas que se leen con amenidad, dados el ingenio y los conocimientos de cultura clásica que aparecen en paralelo a las observaciones en pleno trayecto. De este modo, lo que se encontrará en Egipto se hace tan interesante como el propio camino en sí, pleno de vivacidad, como cuando habla del «ímpetu irresistible de los vientos» al ir navegando hacia su destino, un choque de olas y un ruido aterrador que hasta le hace, casi, arrepentirse de encarar semejante andadura: «¡Cuántos señores invitados del virrey hubieran preferido en este trance ser sacristanes de monjas en su pueblo, al alto honor de ir comidos y bebidos, llevados y traídos, a presenciar las fiestas verdaderamente orientales del canal de Suez!».

Publicado en La Razón, 2-VIII-2025

miércoles, 17 de septiembre de 2025

Entrevista capotiana a Jesús M. Sánchez

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Jesús M. Sánchez.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Un faro. Todas las mañanas contemplaría como el cielo su une con el océano, sentiría la brisa marina y observaría el movimiento de las aves y de los barcos. Por la tarde caminaría por la orilla del mar escuchando las olas y el viento procedentes de la inmensidad del océano, siendo consciente de que esos sonidos primigenios se encuentran en los genes de todos los seres humanos y por eso nos transmiten calma y paz. La llegada de la noche debería ser mágica. Pues es la hora de escribir en uno de los lugares más señalados por el misterio, los faros. Hay que tener muy presente que la mayoría de los grandes descubrimientos e historias nacieron de una mente tranquila y relajada.

¿Prefiere los animales a la gente? En la vida no puedes elegir la familia ni los enemigos, simplemente surgen por nuestra propia existencia. Sin embargo, el universo nos compensa permitiéndonos que señalemos a las personas y animales qué queremos que compartan la vida con nosotros. Elegí a mi mujer, a mis amigos y a mi perro. Así que en referencia a tu pregunta, me quedo con ambos; con las personas y los animales.

¿Es usted cruel? Creo que esa pregunta debería dirigirse a las personas que más me conocen. Quiero pensar que el ser humano que soy hoy, no es un hombre cruel. Intento tomar mis decisiones reflexionando sobre las consecuencias y lo distintos escenarios que se pueden dar con el fin de no hacer daño a nadie. De igual modo, creo que todos hemos sido crueles, incluso sin saberlo. Sobro todo en la infancia y en la preadolescencia, cuando con tu inocencia no te percatas de las consecuencias de tus actos ni del dolor que puedes causar. Siempre suelo pensar que todos actuamos lo mejor que sabemos en ese momento. La experiencia es aprendizaje y, en mi opinión, debemos usar esos nuevos recursos para construir la mejor versión de nosotros mismos.

¿Tiene muchos amigos? Esa es una buena pregunta, porque las personas tenemos distintos conceptos de lo que es un amigo. Por ejemplo, personas con quien puedes salir, disfrutar en una fiesta, tomarte algo o irte de comida hay muchos. Pero como dice mi tía, esos son coleguillas. Para mí, un amigo es alguien que te prioriza cuando lo necesitas a sabiendas que lo único que va a obtener de ti a cambio es un gracias y un abrazo. Desde mi punto de vista, los amigos son como los antiguos caballeros de armas, mientras le queden fuerzas lucharán a tu lado y que menos que responderles con la misma lealtad. Una vez aclarado mi concepto de amigo, te diré que me sobran dedos de las manos para contar los que tengo. Quizá una manera de conocer a una persona es observando a los amigos que tiene. Después de todo, los amigos los elegimos nosotros.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Un amigo te escucha, te aconseja, te acompaña, te prioriza y, sobre todo, te es leal. Ya sé lo que piensas; que es difícil tener amigos. Sé tú el amigo que te gustaría tener y, créeme, al final aparecerán y te acompañarán en tu viaje por la vida.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Un verdadero amigo nunca te decepciona, se equivoca. Un amigo nunca te hará daño a propósito, pero no olvidemos que siempre actuamos de la mejor manera que sabemos en el momento en que vivimos. Es decir, cuantas veces hemos pensado en que actuaríamos de otra manera en el pasado, la única diferencia entre ayer y hoy es que ahora tienes tu experiencia y conocimientos, pero no te culpes porque te equivocarás en aquel pasado. Lo hiciste lo mejor que supiste. Yo aplico este criterio a las personas a las que quiero. Si un día te hacen daño, solo pueden hacerlo sin saber que te lo ha hecho, por eso siempre se perdona a un amigo.

¿Es usted una persona sincera? Entre la sinceridad y la falta de consideración hay una delgada línea. Creo que hay ciertos comentarios, que pueden ser totalmente sinceros, pero son a la vez innecesarios.
Pienso que hay ocasiones para ser sincero y otras que simplemente no hay que decir nada.
Si un familiar, amigo, conocido o compañero de trabajo te plantea un problema al que espera que le respondas, es una oportunidad para ayudar y ser sincero, aunque no le guste lo que le vas a decir porque tu tranquilidad está en saber que lo estás ayudando. Sin embargo, si una de estas personas te enseña su nuevo piso con una ilusión tremenda, donde ha invertido los ahorros de su vida y, además, está hipotecado hasta los setenta años, y resulta que la vivienda no es de tu agrado, ¿es necesario que te sinceres y le robes la alegría del momento? Lo más educado no sería aprovechar la oportunidad para aportar ideas para la reforma que quiere hacer en su piso ¿o es necesario decirle que no te gusta y que nunca te hubieses comprado una vivienda en esas condiciones? Mi consejo es que desenfundes la sinceridad siempre que estés seguro de que vas ayudar, aunque moleste, pero si no vas a aportar nada o a reforzar algo negativo de las personas que tienes delante, sé educado y no hagas daño gratuitamente. 

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Haciendo aquello con lo que más disfruto; pasar tiempo de calidad con mi familia, viajar, conocer otras ciudades, pueblos, culturas, costumbres y, por supuesto, descubrir los misterios históricos de estos nuevos lugares y escribir sobre ellos.

¿Qué le da más miedo? El miedo es un poderoso enemigo y es contagioso. Me atrevería a decir que no tengo miedo, pero sí sentido común. No me dan miedos las alturas, pero sí tengo el suficiente sentido común para darme cuenta de que si me lanzo de un sexto piso no sobreviviré a la caída. Me enfrento con corazón y firmeza a los retos que se me presentan en la vida, puedo superarlos o no, pero no consiento que me paralice el miedo. Lo que no quiero es llegar al ocaso de mi vida y preguntarme porqué no lo intenté.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Voy cumpliendo años y aspectos que me molestaban o escandalizaban, ahora ya no lo hacen. De momento, lo que sí continúa molestándome a día de hoy es el desconocimiento de las personas. Nos encontramos en un tiempo en el que tenemos acceso a la cultura. Podemos estudiar, leer libros, artículos, consejos y con un clic de ratón acceder a la información que buscamos. Me parece una maravilla escuchar hablar a personas instruidas, pero no necesariamente estudiadas, sino con claros signos de haber aprovechado su experiencia en la vida y hablar sobre lo que conocen. Por otro lado, cuando veo a determinados individuos hablar en la calle o en televisión repitiendo lo que han escuchado de otras personas y sin haberse informado lo más mínimo sobre el tema, me cuesta creer que esto pase en este siglo. Cuando, insisto, todo el mundo tiene acceso a la información que necesita. En mi opinión, lo peor que le puedo pasar a la sociedad es que cada vez sea más inculta, porque aceptará todo lo que se le imponga y no cuestionará nada de lo que sucede a su alrededor.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Bueno, he compaginado el oficio de escritor con una profesión dedicada a la seguridad; siete años en Seguridad Privada y dieciséis en Seguridad Pública. Decidí desde mi joven lo que me pareció una vocación noble; ayudar a los demás y colaborar en lo que pudiera para que la sociedad se sintiese un poco más segura. Siempre he sido lector, pero no empecé a escribir hasta los veintisiete años, ahora tengo cuarenta y dos y no he dejado de escribir artículos, post y novelas y, sinceramente, creo que seguiré escribiendo hasta el final de mis días. Esta vida creativa, la cual has definido muy bien, ha sido posible gracias a mis experiencias personales, profesionales y, como no puede ser de otra manera, a todos los libros que he leído. Por lo que no sería el escritor que hoy soy, sin mi pasado personal y laboral. Aun así, a día de hoy, si me preguntas por otra profesión, quizás hubiese elegido ser profesor de historia, pues me apasiona conocer y contar los hechos del pasado.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Voy varios días a la semana al gimnasio y entreno con diferentes rutinas en cada clase. Mi fin s continuar encontrándome bien físicamente cada día.

¿Sabe cocinar? Sí, con los platos sencillos me defiendo bien, pero confieso que, a día de hoy, si tengo que elaborar un tipo de comida y me surge la más mínima duda, no me la juego, no improviso, voy a buscar mi libreta, donde tengo apuntado el paso a paso con mi propia letra. Si puedo cocinar, y tomarme mi tiempo para hacerlo, es una actividad que me relaja y disfruto de ella.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Al detective de ficción más famoso de todos los tiempos, Sherlock Holmes. ¿Quién puede olvidar la creación de Conan Doyle? Un personaje con una mente detectivesca fuera de lo común, siempre acompañado de su fiel compañero el doctor Watson.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Amor. Con amor todo se intenta. Amor a tus seres queridos, amor a tu trabajo, amor por lo que haces, el amor te mantiene motivado y lleno de vida. No existe un sentimiento más poderoso que el amor.

¿Y la más peligrosa? Miedo. El miedo te paraliza e incluso te puede llevar al odio. En la vida no vences a tus miedos una vez, debes derrotarles cada día. Como he dicho antes, puede que no consigas lograr el reto que te has propuesto, ya lo intentarás de nuevo, pero no hay que permitir que el miedo te obligue a abandonar.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Como he comentado antes, he dedicado toda mi vida profesional a la seguridad. He visto la cara más oscura del ser humano y mentiría si no reconozco que alguna vez se me ha pasado por la mente que si cierta persona no estuviese en esta vida, su familia, expareja, hija o hijo, podrían vivir de una vida normal. Lo que ocurre es que comprendí hace muchos años que no soy quién para castigar a nadie. Me he dedicado a hacer lo único que podía hacer; detener a los malos y ponerlos delante de un juez, que es quien ordenará la pena en nombre de toda la sociedad.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Siento decirte que no puedo responder a esta pregunta. Como miembro de la Guardia Civil, y de acuerdo con mi régimen interno, debo mantener una estricta neutralidad política. Estoy obligado a estar al margen de cualquier ideología. En el plano literario, mis novelas solo responden a inquietudes humanas, históricas y culturales que pueden ser compartidas desde diferentes puntos de vista.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Volvería a elegir a la persona que soy hoy.

¿Cuáles son sus vicios principales? Uno de los peores es la necesidad de intentar convertirme en un experto de aquella temática sobre la que voy a escribir. Soy totalmente consciente de que no puedo plasmar en una novela todo lo que he aprendido en el trabajo de documentación, pero es inherente en mí la necesidad de saber. Como te podrás imaginar, invierto en esta tarea muchas horas. Estudiar esta sobreinformación es un trabajo que solo me enriquece personalmente, pero no me ayuda necesariamente en la redacción de la obra. Otro mal hábito, pero que me ayuda muchísimo es como trabajo los libros de consulta. Los lleno de marcapáginas, posit, papeles con apuntes, anotaciones, etc… A veces pienso que casi los maltrato. Como soy un amante de los libros, cuando termino el trabajo de documentación, me preocupo de volver limpiarlos y dejarlos en orden. Estos libros se quedan conmigo para siempre como libros de consulta. Otro mal vicio, es que, a veces, me da por picar cuando escribo. Sitúo en la mesa de trabajo una botella de agua o refresco y un bol de frutos secos. Después me toca recoger y limpiarlo todo y dar las gracias porque no se me haya desparramado todo en la mesa. Y más que no voy a contar por no aburrir al lector…

¿Y sus virtudes? Creo que esta es otra de esas preguntas que también podrían contestar las personas que me conocen. No considero que tenga grandes virtudes, más bien son pequeñas cualidades. Me considero una persona flexible, atento con mi familia, amigo de mis amigos y muy lector.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Supongo que, como cualquier persona, una vez que se acepta la muerte. Creo que evocaría mis mejores recuerdos con mis seres queridos y la esperanza de sobrevivir para volver a verlos una vez más y hacer aquello que aún no hice.

T. M.

martes, 16 de septiembre de 2025

El último gurú de la incorrección política


Frente a una época esta en la que la corrección política domina tanto el discurso público como las expectativas literarias, resulta especialmente oportuno rescatar obras como «Los papeles de Harding» (1989), ahora disponible en español gracias a la traducción de Regina López Muñoz para la editorial Impedimenta. Escrita por el enigmático escritor y periodista Robert Plunket, esta única novela publicada constituye una exploración audaz, incómoda y satírica de las contradicciones culturales estadounidenses.

El centro de esta novela es Elliot Weiner, un investigador universitario blanco, homosexual, obsesionado con la cultura académica y profundamente inmaduro, que convierte una beca para estudiar al presidente Warren G. Harding en una cruzada delirante por el prestigio personal. Lo que comienza como una investigación histórica —un hallazgo de cartas íntimas entre el presidente y una examante anciana— se transforma en un descenso tragicómico hacia la obsesión, la vergüenza y el autoengaño.

Lejos de ser un héroe o un antihéroe tradicional, Elliot es un narrador corrosivo, marcado por sus inseguridades y contradicciones. Plunket lo construye como una figura patética, ridícula y humana. Su mirada está plagada de prejuicios apenas disimulados: clasismo, racismo soterrado, homofobia interiorizada. Pero es esta falta de redención lo que hace que «Los papeles de Harding» tenga una resonancia tan particular en el presente: busca mostrar con crudeza cómo los sistemas de poder y exclusión operan incluso en quienes creen estar por encima de ellos. Elliot no es un mártir de su tiempo ni un rebelde heroico, sino un bufón patológico cuyas miserias interiores se proyectan sin piedad sobre el mundo que habita.

Plunket reconoce sin ambages el origen autobiográfico del personaje: «Cuando escribía la novela me topé con un problema. Nunca había escrito una y no sabía cómo crear un personaje principal. Parecía algo que superaba con creces mi débil pluma. Así que decidí usarme a mí mismo. El chico tenía más o menos mi edad. Teníamos la misma formación, la misma educación, la misma visión general de la vida. Así que le pedí que hiciera lo que yo haría en cualquier situación. Me pareció que quedó bastante bien».

El resultado fue más inquietante de lo que esperaba. «Salieron las reseñas. Resultó que creé un personaje principal vanidoso, superficial, mezquino, autodespreciativo, racista, homófobo, deshonesto, manipulador… la lista seguía y seguía. Curiosamente, a algunas personas pareció gustarles. Todavía no entiendo qué significa esto, pero por favor, que nadie sepa nunca que el personaje principal, ese horrible Elliot Weiner, soy yo», ironiza el autor, una rareza en el panorama literario norteamericano. Escritor de una sola novela, ha tenido una trayectoria intermitente como periodista, editor y cronista cultural. «Llevo más de 40 años escribiendo sobre la vida en un pequeño pueblo de Florida», explica. «Y créanme, nuestros políticos locales son una fuente ina-gotable de material. Sus travesuras van más allá del humor, hasta un punto donde los trastornos psicóticos de la personalidad se imponen».

Ese universo grotesco ha sido un vivero de inspiración para Plunket. «Tenemos un político aquí en Florida llamado Joe Gruters. Acaba de ser nombrado presidente del Comité Nacional Republicano, pero en su época era senador estatal. ¿A quién se le ocurre que los demócratas presenten como rival? A la víctima perfecta: una joven muy simpática sin brazos. Se llamaba Olivia Babis. Activista por los derechos de las personas con discapacidad. La campaña fue un desastre: pequeños eventos con veinte personas, todos familiares suyos, esperando sándwiches. Y Joe ganó por goleada. La pobre Olivia se convirtió en víctima de ambos bandos. Los republicanos arruinaron su carrera política, pero también los demócratas. Eligieron a una candidata que no podía hacer lo único que los políticos deben hacer: estrechar la mano».

Este tipo de anécdotas podrían parecer meras provocaciones, pero en el universo satírico de Plunket, operan como un espejo deformado de la cultura del espectáculo, donde la política se rige por criterios cada vez más absurdos y superficiales. «Si logras desconectarte de los problemas, se convierte en un entretenimiento fantástico. ¿Y por qué no? El país está dirigido por un productor de televisión magistral. Una crisis tras otra, personajes geniales, una estrella porno, un intento de asesinato, un drama familiar turbio... Nunca hay un momento aburrido».

En este contexto, «Los papeles de Harding» se presenta como una novela adelantada a su tiempo, o más bien, ajena a las exigencias actuales de corrección moral. En lugar de responder a la llamada del testimonio o del trauma, plantea un retrato sin filtros de un personaje despreciable, y por eso mismo creíble. Hoy, obras como la de Plunket resultan, paradójicamente, más provocadoras que nunca. Él mismo lo percibe con una mezcla de escepticismo y humor: «Hoy en día ni siquiera estoy seguro de qué es lo políticamente incorrecto. ¿De izquierdas o de derechas? Puede ser muy confuso».

Incluso su experiencia reciente con las campañas de «cancelación» en su comunidad local ha sido objeto de reflexión. «Llevo meses intentando cancelar a una mujer de la junta escolar local. Es una atractiva rubia de unos cuarenta años llamada Bridget Ziegler. Es una de esas Madres por la Libertad, muy derechista y antigay. Pero resulta que ella y su marido, un importante mandamás republicano, iban a bares a ligar con mujeres para tríos. Todo se descubrió cuando el marido fue acusado de violación. La policía encontró 30.000 vídeos de sus encuentros en su teléfono. ¡Ni siquiera sabía que un teléfono pudiera guardar tantos vídeos!».

La anécdota, más allá de su tono sarcástico, revela el límite de la sátira contemporánea: la realidad no solo supera a la ficción, sino que la deja desarmada. «Cualquiera pensaría que sería fácil deshacerse de ella. Pero no. Se niega a dimitir y ahora planea postularse al Senado estatal. Me rindo», añade. Este es, por tanto, el terreno literario de Plunket, que remite a un ideal satírico clásico, como él mismo reconoce: «Todo en mi carrera es una imitación servil del gran escritor británico Evelyn Waugh. No sus novelas posteriores, como “Retorno a Brideshead”, sino sus primeras novelas cómicas, en particular “Cuerpos Viles”». Esa obra, una disección despiadada del Londres de los años veinte, sirve como modelo para la escritura de Plunket: humor ácido, observación aguda, desprecio por la respetabilidad.

Por eso, aunque «Los papeles de Harding» pueda parecer una rareza editorial, no lo es tanto si se entiende como parte de una tradición literaria de sátira inmisericorde, donde la verdad no se impone por la vía de la empatía, sino por el ridículo. La incorrección, en este caso, no es un gesto provocador sino una herramienta narrativa. Curiosamente, en el prólogo escrito para la reedición de su novela en 2022, Plunket adopta un tono mucho más conciliador. «Querido lector, querida lectora», escribe al comienzo, en lo que parece un gesto de adaptación al nuevo lenguaje inclusivo imperante en la industria editorial. Pero el contenido que sigue no ha perdido ni un ápice de mordacidad.

Publicado en La Razón, 16-IX-2025

lunes, 15 de septiembre de 2025

Entrevista capotiana a Diego Sánchez Aguilar

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Diego Sánchez Aguilar.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? The Factory de Andy Warhol en 1967.

¿Prefiere los animales a la gente? No, soy más novelista que fabulista. Necesito la mentira, la vergüenza, la traición. No se puede escribir solo con amor y fidelidad incondicional.

¿Es usted cruel? Solo con mis personajes, que es una forma de ser cruel con mis debilidades y defectos. Para la vida real prefiero la comprensión.

¿Tiene muchos amigos? Sí. Pero me falta uno.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Solo una: que sean mis amigos.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? No. Bastante me decepciono yo a mí mismo y a los demás como para añadir más decepción al mundo.

¿Es usted una persona sincera? Solo cuando escribo.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Nadando.

¿Qué le da más miedo? La soberbia y la estupidez unidas al poder.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? El saqueo de fondos públicos de la enseñanza “concertada”.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Ser profesor.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Juego al tenis, lo más parecido que hay a la escritura: es un ejercicio en busca de la perfección, y un monólogo continuado con(tra) uno mismo.

¿Sabe cocinar? Mi tortilla de patatas y mi Pad Thai son legendarios.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? A David Foster Wallace.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Revolución.

¿Y la más peligrosa? Revolución.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Sí, pero tengo mala memoria, que es la forma perezosa del perdón.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Las contrarias de aquellos que piensan que la vida es una competición y que los demás son tus rivales.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Músico.

¿Cuáles son sus vicios principales? La vergüenza, el autodesprecio, el ensimismamiento.

¿Y sus virtudes? La capacidad de convertir la cafeína en literatura.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Seguramente, me vendría a la cabeza la solución a algún problema narrativo de la novela que estuviera escribiendo, y lamentaría no tener tiempo para aplicarla.

T. M.

domingo, 14 de septiembre de 2025

Un artículo sobre el hotel Hyatt Regency Barcelona Tower


Estos días aparecía, en la sección de "Viajes" del diario La Razón, este artículo mío, en mi faceta de viajero hotelero-gastronómico, titulado "Hyatt Regency Barcelona Tower: arquitectura icónica y estancia inmejorable".

sábado, 13 de septiembre de 2025

Entrevista capotiana a Ángela Serna

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Ángela Serna.


Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Una habitación llena de libros. O un cuadro, o un poema, o una canción. En realidad, quisiera no tener que elegir.

¿Prefiere los animales a la gente? No. Puedo amarlos, y no, por igual.

¿Es usted cruel? Seguro que alguna vez lo he sido para alguien. Eso no depende sólo de una, también entra en juego la sensibilidad de la otra persona.

¿Tiene muchos amigos? No.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Que sepan “estar”, y no.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? A veces. En la misma medida en la que me decepciono a mí misma.

¿Es usted una persona sincera? Sí, con matices.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Leyendo, pensando, planeando algo siempre relacionado con la poesía y…

¿Qué le da más miedo? La enfermedad de los seres próximos. Entre otras cosas. Y “volverme de hielo” (como dice un poema de Mario Cuenca Sandoval), ser indiferente. Eso también me asusta.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Me escandaliza la impunidad con la que unos pocos abusan de sus prójimos. Entiéndase por abuso cualquier tropelía a la que es sometido el ser humano en aras de no se sabe muy bien qué, o sí.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Lo ignoro. No sé qué habría hecho, sí sé lo que hubiera deseado: ser actriz, por ejemplo. Y también, sigo soñando, una poeta digna de serlo.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Camino un poco cada día.

¿Sabe cocinar? Lo justo. Cocino de vez en cuando, pero eso no es saber.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Creo que no aceptaría ese encargo. Son tantas que no sabría por cual decidirme: Dickinson, Camille Claudel, Dora Maar... tantas, ellas, ninguneadas... La lista sería interminable.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Depende de múltiples factores.

¿Y la más peligrosa? Aquella de la que cualquier “Poder” se apropia.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Así dicho, no.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Todo ser humano y, por extensión, todo aquello que hace o dice es político, aunque no lo sepa o reconozca.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? ¿Otra cosa? Bien mirado, soy ya tantas otras (je est une autre, que diría Rimbaud) que, puesta a elegir, quisiera ser un Poema (ese que nunca escribiré).

¿Cuáles son sus vicios principales? No ser políticamente correcta.

¿Y sus virtudes? Idem. Y mi entrega cuando algo o alguien me sorprende, me conmueve.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Ni idea. Nunca he estado en esa situación, aunque cierto ahogo sea compañero de viaje, a veces.

T. M.

viernes, 12 de septiembre de 2025

Un artículo sobre Nikki Beach Mallorca


Estos días aparecía, en la sección de "Viajes" del diario La Razón, este artículo mío, en mi faceta de viajero hotelero-gastronómico, titulado "La Red Party de Nikki Beach Mallorca: una celebración imprescindible del verano balear".

jueves, 11 de septiembre de 2025

Entrevista capotiana a Damián Patón

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Damián Patón.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Elegiría una gran mansión, rodeada de inmensos jardines. Provista de interminables bibliotecas, pequeña sala de teatro, televisor y mujeres a las que amar.

¿Prefiere los animales a la gente? Prefiero la gente, pero con pequeñas dosis, por si acaso.

¿Es usted cruel? Soy bondadosamente cruel.

¿Tiene muchos amigos? Tengo los amigos que quieren ser mis amigos. Ni más, ni menos.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Las mismas que en mi: claridad, delicadeza y tener siempre un amigo a mano, cuando vienen dadas.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Lo mismo que yo a ellos.

¿Es usted una persona sincera? Soy una persona sincera, pero no grosera. Soy sinceramente hipócrita.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? A solas conmigo mismo. Leyendo. Viendo películas. Hablando con personas sencillas. Ir al teatro. Observar. Algo de gimnasia. Pasear. Soy célibe.

¿Qué le da más miedo? La estupidez humana. La apatía. El poder en la sombra de la ciencia y tecnología. Los dictadores sin rostro, guarecidos bajo la Inteligencia artificial-no de por sí negativa-. Bajo los algoritmos. Morir de dolor o solo. Depender exclusivamente de los demás.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? A estas alturas, con 61 años, me sigue escandalizando, los anormales que obedecen ciegamente al líder. La mala educación. La falta de empatía.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Me habría dedicado a la filología forense y hablar con la gente, a ratos.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Algo de gimnasia. Vuelvo a la defensa personal.

¿Sabe cocinar?  Lo básico, por que soy muy vago para cocinar.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Gauguin.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? LIBERTAD.

¿Y la más peligrosa? GUERRA.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Yo siempre adoro criminalmente a mis odios y mis enemigos. Un  beso para todos ellos.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Mis tendencias políticas son las coristas de antaño. Las bailarinas y la lucha contra lo woke.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? OTRA VEZ YO MISMO.

¿Cuáles son sus vicios principales? Lujuria, en el buen sentido. Mal humor con todo el humor posible. Desconfianza, con toda la confianza del mundo.

¿Y sus virtudes? Feo, pero con gracia. Soy de estatura media. Tengo un agudo sentido del humor anglosajón. Me gusta el café.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Dejar una buena herencia a mi mujer y que mis hijos tengan salud y buena vida.

T. M.